Ocho de diciembre.
Una ligera pincelada de nostalgia cuando ciertas imágenes del pasado vuelven:
rostros de amigos que no están, y no estarán más; amores fallidos, amores logrados,
amores que no más.
El clima de afuera se replica con el de dentro
-¿o al revés?- mientras el sol abraza
y abrasa lentamente.
La soledad se ha vuelto una idea lejana, difusa;
la compañía, un anhelo que se adivina y presiente, que se agradece por cierta y segura.
Una nueva aurora se esplende ante mi,
y yo decido recibir todo cuanto merezco: solo lo bueno.
YEI
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