Mariana Norandi
Periódico La Jornada
Desde que en 1922 se comenzó a celebrar el Día de las Madres en México, este festejo siempre estuvo vinculado con un modelo tradicional de familia, donde se honraba a una madre que se sacrificaba por sus hijos, sin empoderamiento socioeconómico, heterosexual y carente de deseo erótico.
Poco a poco, y ante las nuevas realidades de la segunda mitad del siglo XX, a este paradigma de madre se le fueron sumando otros, como madres solteras, trabajadoras y jefas de familia. Pero la sexualidad de las madres continuaba manteniéndose invisible e impensable fuera del modelo heterosexual, como que la misión maternal que la biología y la sociedad han depositado sobre las mujeres no podía coexistir con el placer, y mucho menos con otras sexualidades.
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