Los amantes caminan inseguros
a tientas por un mundo circundado de sombras.
Ráfagas de aire crudo los azotan,
ojos desconocidos los acechan,
ya no hay paz, ni molicie, ni reinado.
Los labios están secos y el alma esta contrita.
¡Mirad a los amantes!
¡Qué belleza de dolor los inviste,
qué sensación de miedo los acerca!
Las manos anhelantes se enlazan en los hombros
como un dogal que floreció la angustia
y por primera vez se miran hasta el fondo,
donde una claridad amanecida
surge de la tiniebla a la esperanza.
Margarita Paz Paredes
a tientas por un mundo circundado de sombras.
Ráfagas de aire crudo los azotan,
ojos desconocidos los acechan,
ya no hay paz, ni molicie, ni reinado.
Los labios están secos y el alma esta contrita.
¡Mirad a los amantes!
¡Qué belleza de dolor los inviste,
qué sensación de miedo los acerca!
Las manos anhelantes se enlazan en los hombros
como un dogal que floreció la angustia
y por primera vez se miran hasta el fondo,
donde una claridad amanecida
surge de la tiniebla a la esperanza.
Margarita Paz Paredes
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