DIGO YO…desde el Solana
Tampico, Tam. 17-24 de agosto 2012
LO QUE ALCANCÉ A VER Y A OÍR…
Por Lorena Illoldi
La danza circular de María
La primera de las lecturas de atril inscritas en el marco del XXXI Encuentro Estatal de Teatro, “La danza circular de María” de Medardo Treviño, es una historia de cruces y encuentros a destiempo que nos lleva a la última estación de una viajante que desde la lejana Colombia, va en pos del hijo que dejara de ver años atrás, al enviarlo hacia el norte en búsqueda de su salvaguarda.
Medardo nos ofrece un texto contundente que nos acerca en primerísimo plano a un hombre y una mujer que se tornan posibilidad para el reflejo y eco de sueños y pesadillas que cruzan los linderos de lo real e irreal, dejando bordes difusos que dificultan saber si el minucioso retrato de humanidad y crudo vistazo a los recovecos y abismos de horror a los que el alma humana llega son, o no, parte de la vigilia.
Con una sola y reiterada canción que se trasmina por los pliegues de la historia, pertinaz soundtrack de un imaginario colectivo que une pueblos y borra nacionalidades, las atroces visiones que de la historia central se desgajan, hermanan a dos pueblos en el estupor de la violencia, mostrando la cruel similitud en las profundas heridas y estragos en la gente que vive el espanto día a día.
Sutiles transiciones textuales entre los fragmentos de vidas que nos van mostrando los claroscuros del alma de una madre que vive de sueños y un sicario al que esa bendición ha abandonado, debatido entre afilados recuerdos que arañan su cordura; dos padres que se aferran a sus hijos como lastre que los ata y asienta a un mundo que se empeña en regresarlos irremediablemente al centro mismo del huracán del narcotráfico.
La luz, elemento que sienta el ritmo con su ausencia/presencia, enmarca la danza ansiosa de María luchando por su supervivencia, una María sensual y llena de vida y fuerza derramada a través de sus caderas, que mantiene viva la esperanza hasta el último instante, para al final erigirse vencedora, estoica y superior ante un captor disminuido por la fortaleza de una mujer que, frente el capítulo que da cerrazón al libro de su vida, añade a la rendición impostergable la promesa de venganza de vivir por siempre en cada recoveco de la mente de su asesino, dispuesta a habitar el infierno de su memoria, sombra voraz decidida a robarle el sosiego como él y sus compañeros hicieron con ella y sus 71 acompañantes.
Así, un leve guiño nos vuelve a situar en el marco amplio de esta historia que abarca continente y naciones, dándonos el contexto exacto de un lugar, nombre y cifra de una anécdota que pertenece ya a la historia, y a la cual Treviño nos deja observar minuciosamente, para, con un poco de suerte, reconocernos en la humanidad que se resiste a sucumbir y sobrevive en medio del horror cotidiano, ya sea en México, Colombia, o cualquier lugar del mundo.
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