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martes, abril 18, 2006

VÍCTIMA DE LA INSEGURIDAD...

Domingo a mediodía, el calor de Monterrey abrasa y derrite las suelas de los zapatos y las esperanzas de cualquiera. Al menos las mías con certeza, que en este día consagrado a la hueva y el ocio, me encamino a mi moderna maquiladora fresa, donde soy una obrera más, con mucho aire acondicionado y computadora de pantalla de plasma, pero obrera al fin, donde contesto llamada tras llamada de usuarios latinos de televisión satelital.
La calle Juárez, de las avenida principales de esta ciudad, es un mar de gente que se apretuja, se arremolina, se empuja, mientras encaminan sus pasos a todas partes y a ninguna; después de caminar al menos 15 cuadras, finalmente llego a la parada de mi camión. Me subo, y al momento de pagar, ¡oh, sorpresa!, mi monedero no está...
Mi primer inocente pensamiento fue regresar a buscarlo, mismo que fue ocupado por un: "Pendeja, algún cabrón más listo ya lo recogió", y finalmente sustitído por: "Chingada madre, fue el pinche tirón que sentí en mi mochila."
Fue así como los malditos cacos me hicieron víctima de uno más de los cientos de atracos que se perpetran en esta ciudad y en este país.
La lana que me birlaron no fue tanta, gracias a Dios, menos de 200 pesos (que de cualquierr modo, ¡cómo duelen!). Aunque con la reposición de los plásticos de las cuatro tarjetas de crédito y débito que también se fueron en el paquete, la suma llega a los $500.00 (a $75 pesos cada méndigo plastiquito, no chinguen, señores magnates bancarios....)
Lo que más me dolió fue la pèrdida irremplazable de mis fotografías. Fotos de mis hijas cuando bebés, y sin manera de recuperarlas. Fueron tomadas mucho antes de la era digital, y sin la precaución de escanearlas. Moraleja, si cargáis con fotografías en vuestra cartera, ¡escaneádlas!, so pena de perderlas a manos de algún más que vulgar ladrón que todo lo que hará será tirarlas, gastarse los pesitos, y regalarle el bolso a alguna de las hetairas o suripantas, mejor conocidas como zorras, que conozca y le caiga bien.
Juro que se le va caer el pito al hijo de la chingada que me robó.

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