Solitude 354

(llegas a casa y te encuentras con mil llamadas al teléfono y todas resultan ser equivocadas porque son para otro que no es el que se ha sentado el borde de la cama abandonándose a la seguridad de los ojos cerrados el timbre sigue sonando porque afuera hay cientos de personas que están seguros de que tú eres ése a quien miran día tras día avanzar penosamente subir la cuesta de las horas grises y aburridas que a cada uno nos tocan como cuota segura en el balance de los días están convencidos de que tú eres uno más como ellos mismos creen ser y ahora en este preciso instante en que al cerrar los ojos comienzas a ver esas luces brillantes te preguntas qué cosa pasaría si igual pudieras mirar esa explosión de vida al abrir la mirada entonces vuelve a sonar el teléfono te preguntas cuál es mundo verdadero cómo elegir cómo silenciar ese sonido penetrante y es que sabes que no bastaría con desconectar el aparato porque son tantos los demás esos que juran que tú eres como ellos que te seguirían llamando buscando rastreando persiguiendo como sabuesos para llevarte de nuevo al mundo anodino gris a los días plomizos para que sigas enfrentando las sonrisas desdentadas que cada uno esboza cuando te ve salir de tu guarida y unirte a la horda de individuos que sacan brillo a los huesos que pulen las aristas del hastío y el teléfono suena sabes que vas a responder tan sólo por dejar de escuchar el estruendo que golpetea la escasa cordura que te queda porque piensas y al hacerlo suspiras aliviado que tan sólo bastará con cerrar tus ojos un instante para lograr mantenerte vivo)


Lorena Illoldi