UN MES

Un mes.
Treinta y un días, y 461 visitas.
Nada mal, me digo yo.

Cuando lo único que sana mi alma es escribir -amén de unas chelas, pero como es más barato escribir que pistear- ver tal número de visitas alegra mi triste corazoncito.

Y mire si no sabré yo que es estúpido estar triste cuando se tiene motivos de sobra para estar agradecido con la vida. Respirar, caminar, gozar de tus sentidos, tener amigos, salud, techo y comida, es bastante.

Pensar en los miles de miles que se mueren -literalmente- de hambre, los que tienen sida, padecen persecución o discriminación, o están en mitad de una tierra de nadie inmersos en guerras de odio, sin mayor pecado que el color de piel o una religión distinta; en los prisioneros políticos, en las víctimas del crimen organizado, del narco, de la prostitución, tráfico de órganos, etc.

Pensar en mis hermanos del sur que pasan hambre en las selvas espesas, en mis hermanos del norte que pasan fríos en desnudas montañas, en mis coterráneos de la frontera que salen de su hogar sin saber si volverán o serán víctimas de la violencia irracional que impera en sus ciudades.

Mi corazón está sólo un poquito triste, y ya se le pasará.

La sonrisa de mis hijas, el sol por la mañana, una cita con mis amigas, la libertad de ser, estar, hablar y decir, basta.

Esperemos por lo demás.

(Creo que mi humor empieza a mejorar)