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jueves, agosto 10, 2006

LAS HORMONAS.

Oficina de gobierno. Secretaría de Educación, para ser más específicos. Maestros, pues. (Dios bendiga al magisterio.)

N, maestra de talante amable por lo regular, acalorada, regresa del banco tras robar algunos minutos a su jornada laboral, pues necesitó cobrar un cheque de una cantidad que frisaba los diez mil pesos. Estaba que echaba madres del funesto calor en las calles.

M, secretaria, aventaba ajos y cebollas porque "alguien", de entre los casi 25 individuos que compartimos la oficina y sus instalaciones, había tomado sin su consentimiento una coca cola de lata del refrigerador. Que le dieron madruguete, pues.

- Ya ni la hacen, qué bárbaros, no puede dejar una sus cosas en el refri... ¿No fue usted, maestra, la que la agarró?- preguntó a la recién llegada, que era la última que faltaba por ser interrogada, pues ya todos los miembros del departamento habíamos sido cuestionados, habiendo negado todos, obvio, la autoría intelectual y realización material del crimen.
-No, M, no fui, yo andaba en el-
- Es que de veras, ya ni la hacen... no pueden respetar las cosas de uno, parece que no somos gente, ni en mi casa batallo así...-
- Lo siento de veras, M, pero no fuí, le digo que yo andaba en-
- ¡No, si no es la coca, es la acción, que falta de respeto!- seguía M en su desahogo emocional.
- De veras lo lamento, M, debe haber sido molesto, la verdad es que-
- Nada, nada, a nadie le importa, pura falta de respeto en esta oficina, ya cualquiera se siente con libertad de agarrar las cosas de una y-
- ¡Qué yo no le agarré nada, carajo! ¡Y si quisiera una coca, me la compro! ¡Mire, mire, aquí traigo dinero suficiente para comprarle su coca y muchas más!- espetó la interpelada, blandiendo el enorme fajo de billetes que casi brillaba entre sus manos.

Silencio sepulcral. La oficina toda, sumida en el silencio, interrumpido únicamente por el suave siseo de los aires acondicionados, y el clásico ring del teléfono que suena justo en ese momento, como típico sonido incidental.

- Bueno, no es para que se enoje, maestra, perdón.
- Este, bueno, no, no, M. perdóneme usted a mí, yo, este, es decir...

Otro periodo de silencio, más acusado aún, pues todos seguimos haciendo lo que hacíamos, pero esta vez sin hablar, prestos a escuchar el desenlace de la escena.

- M, de veras, discúlpeme, es que, el calor, y el banco...
- No, maestra, si yo también, pues ya sabe...

Otro silencio incómodo.

- Sabe, M, ya se que es lo que pasó.
- ¿Con mi coca, maestra?
- No, con nosotras. Son las hormonas, M, las hormonas.
- Pues sí, claro, ¿verdad? Las hormonas...

Y con tamaña y suficiente explicación, M, N, y la oficina por completo, entendimos la verdadera causa de todo este embrollo: las benditas hormonas.


P.D.(Por puritita precaución, no diré quién fue el que discreta, discretísimamente, guardó un bote vacío en un maletín, tratando cuidadosamente de no ser visto...)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola nena!

Si gracias por fin por pasar a firmar! Te extraño mucho! He tenido ganas de ir agarrar la jarra pero komo lo hacia kontigo tu sabes komo son mis amigas y no me agrada mucho! Pero bueno nena espero tu mail donde me kuentes todo lo ke pase y a ver si hoy yo te envio uno donde te kuente los ultimos detalles de mi vida entre familia, amigos y GALAN!!! Hay ese hombre me saka canas verdes pero bueno dentro de lo ke kabe se ha portado bien! Bueno amiga te dejo y durante el dia te envio el mail y espero tu mail okis! Ke tengas un excelente día! Te kiero mucho!